En anteriores artículos, comenzamos un viaje sobre cómo se abordó el tema del agua a lo largo de la historia del arte, comenzamos en el Renacimiento, y allí hablamos del agua como representación mitológica. Puedes leer ese artículo aquí.
Hoy vamos a hacer un pequeño avance en el tiempo, y vamos a hablar de las obras más importante del Romanticismo en las que el agua tiene un papel protagonista.
El Romanticismo: Agua como fuerza dramática
El siglo XIX trajo consigo una nueva perspectiva sobre el agua en el arte, enfatizando su poder y dramatismo. Vamos a destacar aquí 3 obras:
Tormenta en el mar de Galilea de Rembrandt van Rijn (1633),
Vamos a hablar de esta obra, aunque es anterior al Romanticismo, pero podemos hablar de que anticipa esta tendencia. El artista holandés presentó esta obra que muestra uno de los primeros milagros de Jesús según el evangelio donde calmó una tormenta en el lago de Galilea. Es una obra de juventud en la que Rembrandt se autorretrata, y la considero importante antes de profundizar en una obra que sí pertenece al romanticismo: La balsa de la medusa, y aunque son dos cuadros de diferentes períodos y estilos artísticos, tienen cosas en común: ambos representan el drama y las emociones humanas, la composición y tensión dramática, el contraste entre desesperación y esperanza y ambos artistas lograron un alto grado de realismo. Dicho esto:comenzamos.
1. La balsa de la Medusa de Théodore Géricault (1818-1819 )
Técnica: Óleo sobre lienzo
Medidas: 491 cm × 716 cm
Ubicación: Louvre
Esta obra trata el drama del naufragio del navío francés Méduse. Théodore Géricault empezó a trabajar en él en 1818 y tardó más de un año en completarlo, realizando una obra que, con su trágico realismo anatómico y expresivo, es reconocida como un icono del Romanticismo francés. En este caso, la naturaleza no es una potencia generadora, sino destructora. El mar contrasta con la palidez de los personajes que son presa del dolor y la desesperación.
Un cuadro de enorme formato que nos conmueve al encontrarlo en la sala 77 del Museo del Louvre y que mide 491 cm × 716 cm, una obra de un gran formato.
2. La tormenta de nieve de Turner (1842)
Técnica:
Medidas: 122*91 cm
Ubicación: Londres. Tate Gallery
La tormenta de nieve de J.M.W. Turner (1842) pintada cuando tenía 74 años, el artista a un paso de la abstracción. Turner se ató durante cuatro horas al mástil de un navío, con el propósito de observar atentamente el trascurrir de un temporal en alta mar. Esto explica la energía trepidante que se desprende del lienzo. El artista se basa en la luz y el fuerza del gesto para transmitir el dramatismo de ese momento.
En resumen, “Tormenta de nieve” de Turner es una obra maestra que combina la observación minuciosa de la naturaleza con una ejecución audaz y expresiva, desafiando las convenciones artísticas de su época y estableciendo nuevos estándares para la representación del paisaje y los fenómenos naturales. Es objeto de debate, pero algunos estudiosos, considera que es un precursor del impresionismo. En cualquier caso, su enfoque de la luz y el color, y su representación de la modernidad, son puntos que sí tienen en común con este movimiento en el que ahondaremos en nuestro próximo artículo.
Estudiar a los maestros es siempre un gran ejercicio..en el siguiente vídeo os cuento más de estas dos obras intentando crear una sola, así que a continuación: La tormenta de la medusa.
3. Ofelia de Millais (1852)
Técnica: Óleo sobre lienzo.
Medidas: 76 x 112 cm
Ubicación: Tate Britain. Londres
Estamos ante una de esas obras que para mi es un referente y que he pintado en numerosas ocasiones, la última en uno de mis numerosos cuadernos (pincha aquí para verlo). Basada en el personaje crucial de la obra de Shaskespeare, encuentra la muerte presa de la desesperación tras el rechazo de Hamlet y el asesianto de su padre a manos de éste, representa como nadie a la mujer destruida por amor, ella misma es la que se quita la vida ahogándose en un lago. La escena capta el instante preciso en el que Ofelia flota en el río, entre la vida y la muere, con su cuerpo parcialmente sumergido y rodeado de flores. La modelo del cuadro no es otra que Elisabeth Siddal a la que Millais pintó mientras estaba sumergida en una tina de baño, con agua caliente, inicialmente, pero que poco a poco se fue enfriando, lo que le provocará a la modelo una neumonía y la posterior compensación económica al padre de ella.
Ella será la modelo de los llamados pre-rafaelistas, fue a su vez artista y poeta, además de esposo de Dante Gabriel Rosetti, que la engañó en numerosas ocasiones y que la pintó en numerosos cuadros. Murió por sobredosis de láudano, y dice la leyenda que su cabello rojo siguió creciendo después de morir (podéis ampliar información en el libro “La mujer pintada” de Teresa Arijón, publicado por Lumen.